HEMEROTECA
Barbijaputa 10-7-2017
Por qué los hombres matarán a las mujeres
Este
estudio que estamos pagando con nuestros impuestos no es más que
otro Rajoy asegurando que su primo le ha dicho que el cambio
climático no es patanto;
es sólo otra de tantas, donde los mandamases escuchan las teorías
que les interesan y descartan las que les suponen más esfuerzos o
presupuesto atajar
Este
sábado, El País perpetraba uno de esos artículos machistas
con los que nos obsequia a menudo. Esta vez no era uno de opinión,
sino una crónica que narraba los avances de un estudio del
Ministerio de Interior sobre la violencia de género. "¿Por qué
los hombres matan a las mujeres?", se titulaba.
En
él, contaban los casos que el estudio ordenado por el Ministerio
estaba analizando, y lo hacían así:
"Desde
el caso del tipo que un buen día le dio un golpe mortal a su mujer
en la cabeza y después la descuartizó para deshacerse del cadáver;
hasta el del buen
padre con el divorcio atragantado que una noche, henchido de ira,
entra en la casa de los suegros y se lía a cuchilladas con
toda la familia; pasando por el caso del malote del pueblo, que
coquetea con las drogas, de
vez en cuando se le va la mano,
entra y sale de prisión y acumula órdenes de alejamiento que
incumple –incluso con el consentimiento de ella–, hasta que un
día la mano se le va del todoy
acaba matándola".
Así
describía El País la variedad de feminicidas que tenemos en España:
desde un buen padre hasta tipos a los que "se les va la mano".
El estudio ha sido encargado por Interior a estudiantes de postgrado
de psicología y criminología, y a catedráticos de lo mismo.
Estas dos carreras es lo que tienen en común los encargados
de analizar la violencia de género en nuestro país,
con la intención de acabar con ella. No era requisito que tuvieran
conciencia feminista o perspectiva de género, tampoco que hubieran
estudiado o al menos leído sobre qué es el machismo y cómo
todos lo perpetuamos. No. Nada de eso. Quienes tienen que acabar con
la violencia machista no son personas formadas en violencia
machista. Personas a las que nadie les ha preguntado si son
conscientes de que todos reproducimos conductas machistas que
hacen que el goteo de feminicidios sea constante.
"En
estos momentos hay 300 'revisores', la mayoría estudiantes de
postgrado tutelados por catedráticos y psicólogos de la Policía
Nacional y Guardia Civil", aseguraba
El País.
Nos
quedamos muy tranquilas. Que el Ministerio de Interior haya
decidido obviar el trabajo de décadas del feminismo para
pedirle a la Policía y a la Guardia Civil –instituciones
para-nada-nada machistas– que arrojen pistas sobre "por qué
los hombres matan a las mujeres" es otra muestra del desprecio
que tienen por las mujeres. Los mismos que necesitan urgentemente
conciencia feminista y perspectiva de género, los mismos cuya
actitud pide a gritos formación para ser efectivos ante las
denuncias de mujeres, son los encargados –junto con estudiantes de
postgrado, por supuesto– de acabar con la lacra que ellos mismos
perpetúan.
¿Cuántos
casos de mujeres hay ya –sólo en nuestro país– que
fueron asesinadas tras denunciar y
no ser tenidas en cuenta por quienes debían
protegerlas?
¿Cuántas más son necesarias para que los agentes que atiendan a
víctimas sean formados y evaluados? ¿Qué tiene que pasar para
que Policía y Guardia Civil sean objeto de formación y no
sujetos de investigación en cuanto a violencia machista?
El
estudio no sólo analiza 500 feminicidios, sino que ha tomado
testimonios del entorno del agresor y la víctima: parece que los
vecinos también tienen algo que decir, claro. Y como muestra,
un botón: uno de los casos que analizan se trata de un hombre
que mató a su mujer porque "ya
me la he cargado, ya está, me tiene en un sin vivir con denuncias
por todos lados". El
mismo artículo habla de las 14 órdenes de alejamiento que tenía el
buen señor, ya divorciado de una anterior pareja contra la que
también ejerció violencia. Para el Ministerio y los "expertos",
este caso es inexplicable, por eso decidieron analizarlo mejor. Ya
ven, ¿¡cómo es posible que la matara!?
El
feminismo ya consiguió que a esta violencia se le llamara
"machista", ya que está motivada por el machismo. Pero los
"expertos", en pleno 2017, cuando parecía que había
debates que por lógica y experiencia no podrían reabrirse nunca
más, han asegurado que: " Decir
que todo es machismo es quedarse en la superficie". Aquí
cabe señalar que, dichas palabras, las han dicho hombres. Dos
hombres, de hecho: un comandante de la Guardia Civil y un policía
nacional, que son expertos en "violencia en la pareja",
asegura el artículo. Apártense, señoras, que se van a
encargar los hombres de averiguar lo que ya se sabe.
Cuando
no sabes qué es el machismo y lo reduces a aquellos que dicen frases
como "vete a fregar", sí, puede parecerte que algo así no
puede explicar un asesinato. Pero si no estás formado con
perspectiva de género, si no has ahondado en tu propio machismo para
intentar deshacerte de él, si no has tenido un proceso de
concienciación, es imposible que veas cómo tú también
lo perpetúas y lo fomentas, y cómo vas a seguir haciéndolo
mientras no percibas que la misoginia lo impregna todo. El
Ministerio, repleto de señores que se creen parte de la solución y
no del problema, encargan por eso el analizar el problema a otros
señores que son como ellos. Y la bola sigue creciendo, y la
violencia de género se convierte para ellos en una odisea
irresoluble, por lo que piensan que debe esconder algo más. La
ignorancia siempre encuentra explicaciones pintorescas, por eso
nacieron los dioses: para explicar lo que no entendíamos.
Es
trágico poner a resolver la violencia machista a personas
que niegan que el machismo sea el motivo troncal: ¡estamos
hablando de una violencia que lleva el "machista" en
su propio nombre! Estamos dando pasos atrás. Estamos negando lo
que ya sabíamos para encontrar otras explicaciones que
satisfagan a los que nunca sufrirán ese tipo de violencia. Por eso
están teniendo en cuenta hasta los testimonios de los vecinos,
que no dudan en sentenciar cosas como: "Era ella la que le
perseguía. Les pierde el alcohol". Este testimonio se ha
recogido para analizar el caso del que hablábamos antes. Las 14
órdenes de alejamiento y el historial de violencia de feminicida no
hablan por sí solas, al parecer. Entienden que, si ella iba a verle
a la cárcel para que él viera a los niños, está clarísimo
que ella se lo buscó, ergo, ella es la culpable. Este patrón
consistente en culpabilizar a la víctima debería servir para abrir
lo ojos de estos "expertos", sin embargo, para lo que
sirve realmente es para que alejen el machismo como motivo de la
violencia machista.
Hay
un párrafo especialmente escalofriante:
"Frente
a la idea generalizada –e impartida en universidades– de que la
violencia de género implica una escalada (tensiones, agresiones
verbales, físicas, falsa luna de miel y manipulación emocional...),
existe un dato novedoso y desconcertante: en el 45% de los casos los
hombres que asesinaron a sus parejas no tenía ningún antecedente
violento conocido, entrarían dentro de un amplio grupo que podría
calificarse como agresores 'ocasionales' y, por tanto,
impredecibles".
Decir
que es un dato novedoso que gran parte de los feminicidas no
tienen antecedentes conocidos de violencia –y que por tanto
queda refutada la teoría de que la violencia de género conlleva
siempre una escalada–, deja claro que no sólo no saben qué es una
escalada de violencia o qué es la violencia machista, sino que no
deja dudas de que los "expertos" no han tenido en
cuenta los cientos de estudios anteriores sobre el tema que quieren
resolver. Es más, se desprende que ni siquiera han leído titulares,
porque ¿cuántas noticias en prensa y telediarios empiezan por "la
víctima no había denunciado nunca"? ¿Cientos? ¿Miles?
No
es ningún secreto, ni muchísimo menos un hecho novedoso
o desconcertante, que gran parte de los agresores machistas
sólo ejercen violencia sobre su mujer. Y que por eso las matan a
ellas y no al vecino o a su jefe. Porque de eso va el machismo, de
creerse en posesión de la mujer, de ejercer poder sobre
ella: ella es mujer y él hombre, por lo tanto ella es menos que él.
Es la prepotencia que sienten sobre las mujeres lo que hace que
ejerzan violencia sobre ellas. Claro que muchos de ellos no tenían
denuncia, eso no significa que no hubiera violencia previa. Y es
justamente esa violencia previa, ese minar poco a poco la autoestima
de las mujeres, ese maltrato psicológico previo lo que hace que
muchas mujeres no sólo no vean salida, sino que lleguen a pensar que
no merecen nada mejor.
Y
si tu autoestima está por los suelos, si crees que no mereces que te
traten bien, si tu propio marido te asegura que "¿quién
te va a querer a ti?, sólo te aguanto yo", ¿qué es
exactamente lo que van a denunciar? Muchas toman la decisión de
hacerlo, apoyadas por familiares y amigas, pero ¿quién tiene la
moral de culpar a las que no? Sólo la misoginia puede justificar la
culpabilización de las víctimas. Sólo una sociedad machista puede
achacarles a ellas los motivos de la violencia que reciben.
El
gráfico que muestra el artículo, cuya fuente es el Ministerio de
Interior, es para echarse a llorar. Literalmente.
SAS,
Ministerio de interior
Una gráfica que
presenta la "maldad" y la "locura" como los dos
ejes que delimitan este tipo de violencia sólo demuestra lo alejados
que están de profundizar en cómo funciona el machismo. El 65% de
los agresores padece, según ese estudio, algún trastorno o
enfermedad mental, y un 45% nada, sólo se trata de "violencia
puntual". En este enlace ya hablamos sobre "la
locura" y
cómo achacar el machismo a los trastornos psicológicos y
enfermedades no sólo nos alejaba del foco del problema, sino que
fomentaba la discriminación de las personas que realmente los
padecen: personas que sufren más violencia de la que
objetivamente ejercen.
Les
parece oportuno ignorar que las mujeres también padecemos
trastornos psicológicos pero no por eso matamos a nuestros maridos.
Y es que, claro, si entramos a analizar los géneros de
los agresores y las víctimas, aunque todos ellos puedan
padecer trastornos, quizás corramos el riesgo de entrar en una
"deriva feminista" que nadie en el Ministerio de Interior,
o en el Gobierno en general, desea; algo así conllevaría sin
remedio a plantar un espejo frente a toda la sociedad.
Significaría que todos esos señores de corbata –que dicen querer
saber por qué los hombres matan a las mujeres– tendrían que
señalar como corresponsables a hombres que nunca han matado, ni
pegado; a hombres que se han limitado a hacer chistes sobre
violaciones, hombres que "sólo" han incomodado a
mujeres por la calle, hombres que gritan a sus mujeres, hombres que
controlan con quién están, hombres que no ven nada malo en
presionar a sus parejas hasta que dicen que sí, hombres que
manipulan y castigan psicológicamente hasta conseguir sexo, y peor
aún, los llevaría señalar a hombres que están en su entorno, a
hombres que pueden ser ellos mismos.
Un
gobierno como el del Partido Popular o de Ciudadanos (un gobierno de
derechas, en definitiva) jamás hará una lectura así, jamás
aceptará que un estudio avance en esa dirección. Porque, en
consecuencia, tendrían que tomar medidas para atajarlo contrarios a
su ideología; tendrían que mirar hacia dentro de sí mismos a tal
profundidad que sería inasumible. Ni hablamos ya de la sola
idea de dar la razón a un colectivo como el feminista, de quien han
sido, son y serán siempre enemigos.
En
el titular del propio artículo ya dan con la solución: ¿Por
qué los hombres matan a las mujeres? Miren qué tienen en
común todos ellos y qué tienen en común todas ellas: ellos son
hombres y ellas son mujeres. Hay cientos de miles de hombres que
ejercen violencia contra su mujer que no llegarán nunca a matarla,
también hombres que violan a extrañas y conocidas, hombres que
acosan a mujeres, hombres que discriminan a mujeres, y esa es la base
social necesaria para que ocurran los feminicidios. Es un iceberg de
violencias cuya cúspide son los asesinatos, esos que encontrarán
siempre inexplicables los que no tienen en cuenta la parte oculta del
iceberg.
Si
seguimos poniendo en el gobierno a partidos como el Popular, no sólo
no se van a resolver los delitos de odio como éste, sino que
seguiremos en la senda de buscar explicaciones chichinabescas e
ignorando las certezas. No será raro que acaben estudiando por
qué los heteros agreden a homosexuales, alegando que "señalar
la homofobia es quedarse en la superficie".
A
las mujeres nos matan porque somos mujeres. Y nos matan hombres. Eso
no quiere decir que los feminicidas sean conscientes de por qué
están matando. El machismo sigue siendo invisible a muchas escalas,
hasta hace pocas décadas, ni siquiera apalizar a tu mujer se
consideraba reprobable. Gracias a la lucha feminista esta violencia
ya es socialmente rechazada, pero quedan muchas otras:
psicológica, económica, institucional, simbólica... Mientras la
sociedad siga ciega a estas violencias, mientras agresores y víctimas
no sean conscientes de que son agresores y son víctimas, y mientras
sigamos negando o relativizando este sistema patriarcal, que genera
relaciones de poder de ellos sobre nosotras, la violencia de género
va a seguir siendo inexplicable, y por lo tanto: irresoluble.
Este
estudio del Ministerio es sólo una prueba más de cómo gestiona
el Gobierno –elegido por los españoles– los problemas de
nuestra sociedad: sin formación, de forma prepotente, con
sordera y ceguera selectivas, ignorando a los y las que saben en
cada materia para pedir opinión a sus "hombres de confianza",
a quienes jamás les fallarán sacando teorías raras o
incómodas. Así podrán seguir sentándose cómodamente sobre sus
propios prejuicios o intereses, sin ser jamás sacados a la
fuerza de su zona de confort. Este estudio que estamos
pagando con nuestros impuestos no es más que otro Rajoy
asegurando que su primo le ha dicho que el cambio climático no
es pa tanto;
es sólo otra de tantas, donde los mandamases escuchan las teorías
que les interesan y descartan las que les suponen más esfuerzos o
presupuesto atajar.
De
la misma forma que el individualismo y el liberalismo se va metiendo
más y más en nosotros –y en nosotras–, haciendo que pensemos
sólo en nuestras propias vidas y circunstancias pero poco o
nada en las de los demás (y cuanto más lejos estén, menos aún),
la clase política hace lo propio y sólo piensa en sí misma,
en su estatus, en su partido, en su imagen, en su bienestar, en su
beneficio: en su propia clase. Y la ciudadanía no somos
de su clase,
somos gente que ellos ven por la tele y en las fotos de los
periódicos. Somos para ellos lo que son para la sociedad las
personas que buscan refugio: un batiburrillo de caras y
cuerpos ajenos a nuestro día a día.
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Economía
“No se ha actuado para eliminar las causas de la desigualdad”
15
Junio
2017
http://www.lamarea.com/2017/06/15/no-se-ha-actuado-para-eliminar-las-causas-de-la-desigualdad/
http://www.lamarea.com/2017/06/15/no-se-ha-actuado-para-eliminar-las-causas-de-la-desigualdad/
MADRID
// Las
llamadas “políticas familiares” han promovido la igualdad de
género en Europa. Sin embargo, alcanzarla de pleno es todavía una
quimera. Bajo esta premisa, Carmen
Castro García, activista feminista y economista especializada en
políticas europeas de género y en sistemas de permisos por
nacimiento, publica Políticas
para la igualdad (Catarata).
El libro, que se presenta este viernes en Madrid en la Casa del Libro
(Fuencarral, 119), señala y repasa las políticas europeas que
sostienen la desigualdad de género.
En Políticas
para la igualdad habla
de una “ceguera de género” en las políticas tanto europeas como
españolas. ¿Qué quiere decir?
Me
refiero a que no tienen en cuenta que el género es una
determinante esencial de cómo impactan los proyectos y políticas
públicas en las persistentes posiciones sociales de desigualdad
de mujeres y hombres.
¿Qué
consecuencias tiene esto?
En
la cotidianidad percibimos algunos de sus efectos sobre las
condiciones de vida, sobre todo tras los recortes presupuestarios en
el sector público y en áreas especialmente sensibles para la
igualdad de género. Los recortes en la provisión de cuidados, la
destrucción de empleo público o de las prestaciones familiares
están provocando una mayor intensidad de carga de trabajo no
remunerado en las mujeres.
¿El
trabajo de cuidados no remunerado se contempla en la política
institucional?
Habría
que diferenciar lo que se está haciendo desde diferentes
instituciones. Por ejemplo, desde algunos ayuntamientos del cambio se
empieza a tomar en cuenta la necesidad de abordar de manera explícita
la provisión de los cuidados. Barcelona y Madrid lideran las tímidas
iniciativas que se van emprendiendo. Sin embargo, desde el Gobierno,
los Presupuestos Generales del Estado hablan por sí solos de cómo
no se contempla la atención a la dependencia y el cuidado de menores
desde la responsabilidad pública. Cuando el silencio y el
ninguneo es la estrategia institucional respecto al trabajo de
cuidados, cabe preguntarse quién se espera que los realice y a
cambio de qué, porque alguien tendrá que dedicarle tiempo,
capacidad y energía. Las necesidades de cuidado no se resuelven
por sí solas, y no, no existen manos
invisibles que
las atiendan ni varitas mágicas con las que se puedan resolver;
atender estas necesidades de las personas requiere de la
asignación de recursos suficientes para que puedan ser
provistas en condiciones dignas.
Si
la división sexual del trabajo genera desigualdad de género y un
diferente acceso de mujeres y hombres al mercado laboral, ¿qué
medidas políticas se deben tomar al respecto?
Cada
vez es más evidente la urgencia de alejarnos de las
versiones ‘modernizadas’ de división sexual-social del trabajo
implícitas en el escenario neoliberal de pluriempleo precario.
Sostengo que necesitamos rediseñar gran parte de las políticas
públicas para dotarlas de potencialidad de género
transformativa, es decir, de la capacidad de incidir y
transformar las normas sociales que reproducen el sistema de género
y las desigualdades estructurales. No vale el game
over;
hay que darle un buen revolcón al sistema, poniendo los cuidados al
ciclo de vida, los derechos humanos y la sostenibilidad en el corazón
de la agenda política y económica. Necesitamos políticas
redistributivas de tiempos, trabajos y riqueza que nos permitan
avanzar en equidad, con medidas como la reducción de la jornada
laboral máxima, la restitución de los servicios públicos, la
creación de empleo digno asociado al cuidado interpersonal y de los
ecosistemas, el reparto equitativo de los usos del tiempo, permisos
de cuidados intransferibles y bien remunerados, rentas mínimas
vitales para vidas vivibles tras la jubilación que superen la
absoluta precariedad de las pensiones no contributivas, políticas
fiscales basadas en la progresividad y equidad que faciliten
desmontar las trampas patriarcales que persisten.
¿España
y Europa hacen políticas anti
igualdad?
Sí. La
beligerancia de las políticas neoliberales desde 2007 ha
provocado un aumento de la desigualdad en algo más de un 15% y un
mayor sector de población bajo el umbral de pobreza; esta
fragmentación social se adereza con el convencimiento de una
supuesta falsa neutralidad que da cobertura a la misoginia
institucional que impregna la agenda política actual.
El escenario es el de la precarización general de las
condiciones de vida y ante ello urge un giro radical para restituir y
avanzar en la necesaria profundización democrática, asumiendo
que previamente tendríamos que abordar la democratización de
las familias y la redistribución equitativa de los recursos
económicos, sociales y de tiempos de vida.
¿En
qué punto está el mainstreaming o
enfoque integral de género en las políticas europeas que se
comprometió a aplicar la Unión Europea?
No
soplan vientos favorables para la igualdad de género desde las
instituciones europeas. La tendencia más acusada es la
de ir diluyendo el compromiso con la igualdad y para ello
se sigue utilizando la crisis como excusa. La aplicación de un
enfoque integral de género se diluye en discursos de transversalidad
carentes de recursos para llevarla a la práctica. Sin embargo,
podría ser diferente, claro que para hacer efectivos los cambios que
requiere diseñar y aplicar políticas responsables con la igualdad
de género, hace falta un giro político hacia una
democratización real.
¿Por
qué, tal y como demuestran cada mes los datos
del paro, hay una menor recuperación e incluso un estancamiento
de las mujeres dentro del mercado laboral, así como son ellas
quienes sufren peores condiciones laborales?
Porque
no se ha actuado para eliminar las causas de la desigualdad. Por
ejemplo, respecto al mercado laboral, la falta de corresponsabilidad
en los trabajos no remunerados de cuidados provoca que la maternidad
sea un factor de penalización sobre el empleo de las mujeres.
Sabemos, por los estudios comparados a nivel europeo, que medidas
como la equiparación de los permisos por nacimiento
—maternidad, paternidad, parentales— que propone la PPIINA para hacerlos iguales, intransferibles y plenamente remunerados, tendría un efecto multiplicador importante en la dilución de la división sexual del trabajo y favorecería un reparto más igualitario de tiempos y trabajos; sin embargo, el Gobierno español ha vetado, coincidiendo con el 8 de marzo, la posibilidad de tramitar el debate parlamentario de la proposición de ley presentada por Unidos Podemos-EnComú Podem-En Marea.
—maternidad, paternidad, parentales— que propone la PPIINA para hacerlos iguales, intransferibles y plenamente remunerados, tendría un efecto multiplicador importante en la dilución de la división sexual del trabajo y favorecería un reparto más igualitario de tiempos y trabajos; sin embargo, el Gobierno español ha vetado, coincidiendo con el 8 de marzo, la posibilidad de tramitar el debate parlamentario de la proposición de ley presentada por Unidos Podemos-EnComú Podem-En Marea.
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Leila Slimani: “La maternidad es una cuestión política”
La
autora franco-marroquí presenta en Madrid Canción dulce, un drama
social sobre la maternidad con el que ganó el último premio
Goncourt.
28
Mayo 2017
11:12
11:12
Leila
Slimani, autora de 'Canción dulce'. FOTO: ACTUALITTÉ.
¿Cómo
mantener el interés del lector en una historia de la que ya conoce
el final? Según Leonardo Padura, que contó en El
hombre que amaba a los perros el
asesinato de Trotski, esto se consigue usando con habilidad el tempo
narrativo, narrando la historia lentamente, dilatando cada acción de
los protagonistas. Porque el lector quiere llegar al territorio
conocido y el autor debe ponerle obstáculos para llegar ahí. Leila
Slimani (Rabat, 1981) sigue un procedimiento análogo en Canción
dulce,
novela ganadora
del último premio Goncourt.
Las primeras frases son un puñetazo: “El bebé ha muerto. Bastaron
unos pocos segundos. El médico aseguró que no había sufrido”. El
lector, aturdido, necesita leer hasta el final para saber cómo se
llegó a ese punto, cómo se fraguó la tragedia. Slimani utiliza un
estilo seco y sin florituras para contar en esta novela (editada en
castellano por Cabaret Voltaire) la pesadilla de una niñera que
pierde la razón. Pero su drama no se limita a hacer un relato
psicológico de la asesina sino que abunda en temas habitualmente
ausentes en la literatura por estar ésta abrumadoramente dominada
por los hombres: la maternidad, la carnalidad relacionada con el
embarazo y con la crianza de los hijos, la profesión de cuidadora,
ejercida siempre por mujeres invisibles y marcada por su estrato
social… Slimani habla de mujeres, de la igualdad de sexos y de la
lucha de clases.
“Lo
que la sociedad impone a un padre y a una madre son cosas
diferentes”, contaba este jueves en la presentación de su novela
en el Institut Français de Madrid. “Cuando yo me voy de viaje y
dejo a mis dos hijos a cargo de su padre, mi madre siempre me dice:
‘Ah, pobres niños, los dejas solos’. Pero no están solos, están
con su padre. ¡Y eso que mi madre está a favor de la igualdad!
Cuando mi marido se va de viaje le dicen: ‘Ay, pobre, no ves a tus
hijos. Trabajas demasiado’. Está
claro que las obligaciones culturales no son las mismas”.
Slimani
conversó con la autora Laura Freixas sobre “cómo algunas
escritoras, como Virginia Woolf o Simone de Beauvoir, renunciaron a
la maternidad para demostrar que ellas no eran sólo cuerpos sino que
también tenían cerebros admirables. Y tuvieron que elegir otros
temas más elevados, como el amor de pareja o la guerra, para ser
tomadas en serio”. La
maternidad siempre fue un tema indigno recluido en los programas de
telerrealidad, las páginas de las revistas femeninas o los libros de
autoayuda,
“no hay tradición artística o intelectual en torno a él”. Por
eso Slimani se siente especialmente satisfecha del premio recibido
por Canción
dulce,
porque su temática se sale de la norma: “Tengo la impresión de
que el mundo de la niñez es como el de los ancianos. Es un mundo de
pañales, de mocos, de alimentación asistida. El cuerpo del bebé,
como el de las personas muy mayores, no es autónomo, hay una
relación de dependencia, y en nuestra sociedad la dependencia está
terriblemente mal vista. Somos individualistas y nuestro cuerpo tiene
que ser independiente. Yo tenía ganas de poner al lector frente a
estas historias de bebés, en las que hay pipí, caca, vómitos,
cosas asquerosas para nuestra sociedad”. Y lo hace, además,
hablando de eso que los ingleses llaman el
elefante en la habitación,
el tema evidente que nadie quiere abordar: la ambigua felicidad de la
maternidad. “Siempre te dicen que es la cosa más maravillosa que
existe”, explica la autora. “Luego eres madre y, cuando pasas por
momentos de angustia o de tristeza, cuando tienes ganas de ser otra
cosa, de ser algo más que madre, no te atreves a decirlo. Tienes la
sensación de que vas a romper una especie de contrato tácito.
Escondemos nuestro dolor. En la novela quería desvelar esos secretos
de la maternidad y decir que, a veces, cuando una es madre, además
de felicidad pues también siente terror o melancolía, sentimientos
mucho más complejos hacia estos niños que los que nos cuentan
habitualmente”.
Slimani
siempre se ha destacado por su marcado perfil feminista, una cualidad
que muchos han encontrado incongruente con su origen (árabe) y su
educación (musulmana). Ella intenta no reparar en esos prejuicios.
Su postura, moral y política, ha sido huir siempre del esencialismo,
ese reduccionismo que conduce a definir a la persona en su totalidad
atendiendo a una sola de sus características. En el caso de los
musulmanes, su religión. “Soy escritora”, protesta. “No
tengo por qué hablar siempre de lo mismo, de la reducción de la
mujer musulmana a su papel de víctima, que es lo que siempre se me
pide.
Se me reprocha que mis personajes no sean árabes o no sean
musulmanes, pero yo escribo de lo que quiero. El hecho de que yo sea
árabe no significa que no tenga acceso a lo universal. Yo digo lo
que pienso y soy algo más que una mujer educada en el islam. Por
supuesto, a veces me insultan, me agreden, me amenazan, y siento
miedo por mí y por mi hijos. Pero sigo diciendo lo que pienso con
una sonrisa y con mucha calma”.
Sus
libros, de hecho, se venden muy bien en Marruecos, su país natal, lo
que rompe
otro de los mitos fabricados en Europa, el de una sociedad árabe
reprimida, culturalmente cerrada al exterior y sojuzgada por el
islam.
“Mi anterior libro, Dans
le jardin de l’ogre,
trataba el tema de la adicción sexual femenina y lo hacía de forma
muy cruda. Vendió 15.000 ejemplares en Marruecos, que es una cifra
enorme teniendo en cuenta que el mercado del libro allí es muy
pequeño. Es cierto que el libro es un objeto reservado a una parte
muy específica de la población, y más aún si se trata de libros
en francés, pero por eso mismo no hay censura. En torno a ese libro
hubo debates muy apasionados pero no hubo ninguna dificultad para su
distribución. En mis dos novelas hay personajes que tienen dos
caras: una pública y otra en la intimidad. Y creo que en las
sociedades magrebíes eso es algo que la gente puede entender muy
bien. Allí la presión social es muy fuerte, hay que dar buena
imagen, y quizás por eso han sido tan bien recibidas por los
lectores marroquíes. Cada sociedad ve en mis libros algo diferente
con lo que interesarse”.
En
Europa, la lectura que se hace de Canción
dulce es
fundamentalmente social. La
niñera protagonista es una mujer invisible, olvidada, despreciada y
con problemas mentales que, finalmente, comete un acto monstruoso.
“Las profesiones en las que se cuida a los ancianos y a los bebés
son profesiones ocultas”, explica Slimani. “Esas mujeres están
en nuestro espacio público pero no se las ve, porque queremos que
ese periodo pase. Queremos que los bebés crezcan y sean niños. Y
sabemos que los ancianos morirán pronto. No son estados permanentes
y hay una especie de impaciencia para que terminen”. Y para que
esas mujeres desaparezcan de nuestras vidas. Paradójicamente, el
oficio de niñera “es una de las pocas actividades asalariadas que
se basan en la relación afectiva. Lo que se le pide a las niñeras
es querer a los niños, que sean maternales, tiernas, cariñosas. Se
les elige para que sean una segunda madre, pero tampoco demasiado. No
pueden ser iguales a la madre. Es algo muy complejo, hay una
confusión de sentimientos muy interesante”.
En
su libro, quien recibe el mayor impacto cuando se sumerge en los usos
y costumbres de la burguesía son los niños. En la novela, la hija
de la niñera se da cuenta muy rápidamente de que no es bien
recibida por los empleadores de su madre. Y esto ocurre
incluso entre las familias burguesas más progresistas. No quieren
discriminar, pero lo hacen.
“Lo he visto muchas veces en Marruecos. He oído decir que es mejor
que la hija de la criada no venga para que no vea todo lo que no
puede tener, los juguetes, la piscina… Es terrible. Sentir la
diferencia social cuando eres niña es algo muy violento”.
Otro
de los temas favoritos de Slimani es la carnalidad y la
transformación del cuerpo de la mujer en objeto. “Cuando estás
embarazada —explica— tu cuerpo pertenece a todo el mundo. Te
tocan la barriga y se atreven a decirte por la forma si será niño o
niña. Te
hablan de tu aspecto, de si es bueno o malo.
Te dicen lo que debes hacer, lo que debes comer, ¡incluso los
desconocidos! Tu cuerpo es casi público, todo el mundo opina sobre
él. Y de igual forma, cuando cuidas a un niño tienes una relación
muy íntima con su cuerpo. En el olor de los bebés hay algo muy
animal. El parto también es algo muy violento. Y quería hablar de
esa relación del cuerpo con la animalidad”.
Pero
Slimani no se limita hablar de la maternidad desde el ámbito íntimo.
Como feminista, siente la necesidad de abordar su vertiente social:
“Hubo una época en la que el feminismo despreció la maternidad.
Se fue muy lejos en ese discurso y se llegó a hablar de no tener
hijos. Se decía que la maternidad no permite a las mujeres ser
libres. Hoy
creo que las feministas estamos intentando encontrar un punto medio.
La maternidad es una cuestión política, en realidad.
Deberíamos hacer una reflexión política sobre el hecho de ser
madre. ¿Cómo podemos ser madres y, a la vez, trabajar, tener una
vida social, compartir las tareas domésticas…? Pero claro, ningún
político hombre quiere hablar de compartir las tareas domésticas.
No es un tema muy glamuroso, no es interesante, y sin embargo es un
tema esencial. Desde el punto de vista económico y sociológico,
esto determina la vida de muchas mujeres. Muchas de ellas tienen que
renunciar a trabajar porque no pueden pagar la guardería o a una
niñera. De eso no se habla en el debate político, o se habla muy
poco”.
Se
rebela, además, contra “encerrar el feminismo en esos discursos en
los que ser feminista significa ser como los hombres y ejercer el
poder como ellos. Y nos
ponen como ejemplos a Margaret Thatcher o Angela Merkel. Para mí no
son un modelo.
Es una pena que la revolución feminista no sea una revolución
total. Creo que hay que cambiar totalmente la manera de ejercer el
poder y las relaciones sociales. Para mí no es un fin sentarme en un
despacho, fumar puros y ganar mucho dinero. Eso no es la igualdad”.
Slimani
se siente muy orgullosa de su premio Goncourt pero no por ella, sino
por lo que significa: “Hace 10 o 15 años no se hubiera premiado
este libro porque no habla de un asunto elevado. Se hubiera dicho que
es ‘un libro para mujeres’. Lo que quiero es que estas cuestiones
cotidianas se consideren como universales y que también se vea su
nobleza desde el punto de vista literario. Creo que es muy importante
señalar el lugar que ocupan las mujeres en la literatura, tanto las
escritoras como las lectoras. El 80% de las personas que compran
novelas son mujeres, ellas hacen posible la literatura. Sin ellas no
habría novelas. Grandes personajes de la literatura, como Ana
Karenina o Emma Bovary, son mujeres que leen. Y
esto es importante, porque las mujeres que leen son mujeres
peligrosas”.
Las fiestas, la calle
y la noche ¡también son nuestras!Cuerpos, Opinión
La
niña y la loba. La noche es nuestra. / Emma Gascó
Nos
alegramos de que la sociedad en general le esté dado un lugar
prioritario a las agresiones machistas en los espacios de fiesta.
Antes quedaban en el terreno de lo personal, de lo anecdótico, las
mujeres nos las callábamos y era, por tanto, un tipo de violencia
normalizada e invisibilizada.
Alizia
Pano Rodríguez*
Mucho
se está hablando de las agresiones sexistas en las fiestas de San
Fermín, una de las fiestas más multitudinaria y de mayor proyección
internacional, y la verdad es que ningún año se ha hablando tanto
como éste. Dejando a un lado el tratamiento sensacionalista, morboso
y descafeinado que muchos medios han hecho de este tema, que daría
para otro análisis, muchas nos alegramos por ello. Nos alegramos de
que la sociedad en general le esté dado un lugar prioritario a las
agresiones machistas en los espacios de fiesta, porque eso quiere
decir que es algo que preocupa. No es que ahora haya más agresiones
que antes, la diferencia está en que antes estas agresiones quedaban
en el terreno de lo personal, de lo anecdótico, las mujeres nos las
callábamos y era, por tanto, un tipo de violencia normalizada e
invisibilizada, es más, aún hoy en día arrastramos parte de este
lastre.
Pero
desde hace algunos años de forma masiva hablamos de ello y lo
denunciamos. Estamos empezando a sacar las agresiones machistas del
ámbito de lo personal y lo normalizado para ponerlas en el ámbito
de lo político, como un problema social de primer orden, poniendo en
práctica aquella vieja máxima del feminismo, que tine todo el
sentido hoy en día, de “lo personal es político”, porque
efectivamente, que a tí, mujer, te toquen el culo en una fiesta no
es casual, no es anecdótico, ni mala suerte. Tiene que ver con un
sistema machista que educa a los cuerpos diagnosticados como hombres
en el uso de la fuerza y en la convicción de que pueden disponer del
cuerpo de las mujeres y a los cuerpos diagnosticados como mujeres en
la pasividad y en la idea de ser usados, expropiándolos de la
capacidad de defenderse y minimizando las agresiones bajo el paraguas
de lo normal y esto, es el sistema patriarcal en estado puro.
Que
hoy hayamos llegado a este punto en el que la sociedad, en general,
muestre su rechazo a las agresiones machistas que se dan en fiestas y
que las instituciones públicas, en particular, adopten una política
de tolerancia cero ante dichas agresiones machistas es fruto de una
política institucional valiente y de un enorme trabajo del
movimiento feminista. La denuncia, la sensibilización y la atención
que se lleva haciendo durante años en Iruñea nunca antes tuvo apoyo
institucional; hubo unos oscuros años en los que las instituciones
navarras hacían oídos sordos a estas reivindicaciones porque lo más
importante era la fiesta y la imagen que se proyectaba de la ciudad,
por encima de la seguridad de las mujeres.
Desde
hace tres años, en Iruñea se da prioridad y visibilidad a las
violencias machistas que sufrimos los cuerpos leídos como mujeres en
los espacios festivos. Y se ha considerado a éstas como un problema
social grave, con la obligación de abordarlo. De momento se ha hecho
a través del despliegue de un gran dispositivo de prevención,
atención y seguimiento, además de información y denuncia, de las
agresiones machistas durante las fiestas de San Fermín.
Como
parte de esta campaña se ha puesto un punto de información en medio
de la fiesta para sensibilizar sobre a las agresiones sexistas (qué
es violencia sexista, pautas para identificarla, qué hacer en caso
de ver una agresión y qué hacer en caso de sufrir una agresión) e
informar de los recursos que hay habilitados para atender este tipo
de violencias.
Muchas
personas han criticado la atención que han dado los medios a esta
campaña y a las agresiones machistas, alegando que parece que
los sanfermines son
sólo agresiones y que hablar de ellas mancha el buen nombre de las
fiestas. Que en San Fermín hay más agresiones y el ambiente se
vuelve más hostil para las mujeres que el resto del año es una
evidencia que cualquier mujer con un poco de sentido crítico puede
constatar paseándose por la ciudad el día 6 de julio. Aunque la
ciudad no se vuelve más hostil sólo para las mujeres: los maricas,
las bolleras, las personas trans, y los cuerpos disidentes tienen más
boletos de sufrir una agresión durante estos días. Hablarlo no
ensombrece ni mancha nada. Decir lo contrario sería como decir que
hablar de las personas heridas en los encierros mancha el nombre de
las fiestas. Igual que en este caso no lo hace (a nadie se le
ocurriría decirlo), en el caso de las agresiones a las mujeres u
otras identidades tampoco lo hace. Querer
tapar las agresiones a las mujeres con la grandeza de las fiestas es
minimizar el problema y mirar hacia otro lado. Y de alguna manera
colaborar para que todo siga igual.
Además,
las agresiones que se dan en sanfemines no
son ni más ni menos que las que pueda haber en cualquier otra
aglomeración festiva. El
problema no son los sanfermines sino
el machismo de la sociedad.
La diferencia es que en otros sitios se tapa y aquí se denuncia; y
denunciar significa que ponemos las agresiones y a los agresores en
el punto de mira.
Para
que todo esto comience a cambiar es necesario identificar de qué
hablamos cuando hablamos de violencia sexista. Todavía hay mucha
gente, mujeres y hombres, que identifican únicamente la violencia
sexista o machista con la violación y con las agresiones graves,
quedando fuera del término la llamada violencia sexista de baja
intensidad; por lo que se deja fuera esa parte de la violencia
machista que tiene por objetivo intimidar, acosar, abusar o humillar
a las mujeres.
Trabajando
en el punto de información contra las agresiones sexistas he podido
constatar la sorpresa de muchas y muchos adolescentes y personas
adultas al escuchar una docena de agresiones y actitudes de acoso
machistas. Incluso a varias personas les cambió la cara al
reconocerse en ellas.
Los
ejemplos son claros (y no me invento nada): que te chupen la cara,
que te acorralen para besarte, que un chico bromee con que te va a
violar aunque no lo haga, que te rodeen entre quince chicos para
piropearte, que te toquen la tripa por debajo de la camiseta, que
estando en un bar quieras ir al baño y te hagan un pasillo estrecho
entre una cuadrilla de chicos y te toquen al pasar, que te encierren
en un baño, que te hagan propuestas sexuales sin venir a cuento, que
te saquen fotos a las tetas sin tu permiso, que insistan ante una
negativa en el ligoteo, que teniendo todo el sitio libre en un bar un
hombre esté bailando pegado a ti buscando el roce con el movimiento,
que arrimen cebolleta,
que un chico esté dándote la turra media noche y que además te
esté agarrando la cintura y tocándote, que te
llamen chochito o culito.
O que te digan “te haría esto” o “estás para lo otro”.
La
casuística es infinita, podríamos estar hasta mañana. Todas ellas
son situaciones de acoso u agresión machista que no siempre
identificamos como tal, pero que tenemos que empezar a nombrar como
lo que son, violencias machistas.
Es
necesario que toda la sociedad se implique para acabar con las
agresiones machistas. Los hombres no sólo pueden echar un cable,
sino que deben hacerlo ya, porque no es un problema de las mujeres,
sino que es un problema de los hombres que sufrimos las mujeres. Y,
¿cómo hacerlo? Por un lado, revisándose actitudes y custionándose
privilegios; por otro, hablando con otros hombres, cortándoles “el
rollo” a los chicos de la cuadrilla que agreden, acosan o humillan
a una chica, no riéndoles las gracias, dándoles el toque… Es
necesario que los chicos se impliquen y les paren los pies a otros
chicos en vez de pasar.
Respecto
a las mujeres, o los cuerpos leídos como mujeres, no me gustaría
difundir ni el discurso del miedo, ni un discurso alarmista, ya
que todas
las mujeres tenemos los recursos suficientes para defendernos y
plantarle cara a estas agresiones.
Generalmente, con una respuesta tajante y contundente suele ser
suficiente para acabar con ellas. Los cursos de autodefensa feminista
son una muy buena herramienta para comenzar, mientras que buscarse un
grupo o un colectivo feminista es una una buena manera de
continuar. Es
necesario que salgamos a la calle sin miedo, sabedoras de que somos
perfectamente capaces de responder, porque la calle, la noche y las
fiestas también son nuestras, ¡también son de las mujeres!
*Experta
en género y activista feminista en Iruñea
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