Este año que pasó estuve participando de algunos talleres de autodefensa feminista con las profesoras Irene Moreno de Moolaadé Col·lectiva Feminista de Classe y Karin Konkle, que casualmente no tienen ig personal ninguna de las dos, supongo que porque están más ocupadas en organizar una red concreta de los cuerpos, que una virtual por estas constelaciones de la web. 

El otro día Karin me explicó que está planificando un grupo de profesionales de autodefensa feminista para poder gestionar entre todas la gran demanda de talleres que escuelas, casales, centros cívicos, colectivas feministas y de jóvenes están solicitando y también para intercambiar y sociabilizar saberes que cada una de estas profesionales pudo alcanzar individualmente, mediante trayectorias en artes marciales, boxeo, entrenamiento corporal y demás disciplinas físicas. 

Karin imparte estos talleres desde el 2003 en Barcelona y desde hace un par de años se encuentra impresionada por la gran demanda que explotó como un boom al calor del auge de los feminismos del siglo XXI. Cualquiera diría que se trata de una moda, pero es evidente que estamos frente a una necesidad que las mujeres y trans tenemos de confiar en nuestros cuerpos, en nuestras habilidades y tomar los espacios que el patriarcado nos arrebata desde el nacimiento, inculcándonos que la protección tenemos que esperarla de un salvador y no de nosotras mismas, un mandato perverso que nos encadena a la vulnerabilidad de no sentirnos con el derecho ni la capacidad de defendernos delante de una agresión. 

Otro detalle que me gustó de haber participado fue constatar que generalmente los talleres comienzan con relatos de experiencias dolorosas, con el reconocimiento empático y angustiante de los miedos de las otres y terminan con carcajadas, pelos transpirados y mejillas rojas por haber comprobado las posibilidades físicas de nuestros cuerpos. Posibilidades que no suelen ser potenciadas porque la agresividad es una emoción que tenemos reprimida culturalmente, justamente cuando se trata de un potencial muy grande para defendernos. Los varones lo saben, todo el sistema los obliga a abusar de esta emoción; en cambio a nosotras nadie nos enseña a utilizarla a nuestro favor. Descubrir en grupo estos nuevos registros es como llegar a un planeta desconocido y encontrar que está lleno de amigues aterrizando con nosotres.

Acabé los talleres con una gran cantidad de información sobre situaciones de violencias que compartieron las demás compañeres, sobre los cuerpos, las dinámicas y la mentalidad de agresores, sobre cuestiones legales indispensables de tener en cuenta y sobre todo acabé con una importante información sobre mi cuerpo, en forma de un esguince leve en cada tobillo que agradezco de corazón, porque la autodefensa feminista también trata del trabajo sobre nuestras propias limitaciones y fragilidades, un trabajo amoroso de autocuidado que nos propone profundizar en el camino hacia la #resiliencia.

Natalia Renzi https://twitter.com/nataliatxt

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