
Trance I La invité pero no vino a casa. En el recorrido de la mantis, el circuito solar de las Geminideas, aúlla el animal, y mi cama húmeda y nocturna fue el sitio del parto. Allí, en las cavernas de Troya la asfixia era del hombre porque la música no se oía. Solo la tierra, por debajo: en el circuito del trance, la mantis es trueno. “Cada quien cree en lo que ama”, me dictan en la hoguera, y yo que he salido de varios infiernos espero amar y por lo pronto creer en el trance o en eso que llaman humanidad. Enceguecido, el sol brilla en los eclipses. Y, con la mirada certera, el observatorio de lo que no se observa ha llegado a tocarme como la piel de lo indecible, el sexo verborrágico, la nad...