Parqueras de la Ludoteca de la Ciutadella




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Ante el avance de la gentrificación en los barrios de Barcelona, defendamos los espacios sociales donde las criaturas juegan en libertad. Hoy acompañamos con unas palabras a las Parqueras de la Ludoteca del Parc de la Ciutadella.

Dicen que nadie te enseña a ser mamá, pero en mi experiencia maternal ese argumento no es del todo aplicable. Mi hija me enseña a serlo cada día y, para entender esto las primeras profesoras que tuve fueron las amigas de la Ludo. Llegué con mi pareja cuando mi hija tenía ocho meses, veníamos de pasar una temporada solitaria con la bebé en casa, de atravesar miedos por ser ignorantes respecto a todo lo que implicaban los cuidados de criaturas recién nacidas. Al tener a nuestras familias de origen al otro lado del océano había poca gente con la que compartir el acontecimiento más fuerte y desestructurante que nos había tocado vivir.
Todavía ahora, después de casi seis años, me pasa que cada vez que entro al parque la energía de las cuidadoras, las madres de día, las mamás, las ludotecarias, las tías, las abuelas, las amigas y toda esa red de mujeres provoca en mí una gran tranquilidad. ¿Será por eso de que cuatro ojos ven más que dos? Es posible, a veces en la Ludo hay veinte ojos cuidando, son las guardianas de la infancia. Y también son jardineras sabias, porque entienden que para crecer hay que cuidar desde la raíz, que hay que amar la tierra, mimar la planta para que el fruto salga bueno, que hay que respetar la oscuridad y el silencio de la semilla, hay que celebrar la fiesta de la forma, el olor y el color de la flor y, sobre todo, no hay que perderse de gozar el gusto del fruto.
Las he visto guardar sueños, enjuagar llantos, las he sentido acariciar mis incertidumbres hasta mostrármelas más pequeñas. Hemos amasado barro y harinas juntas, hemos leído libros maravillosos amorosamente elegidos para el disfrute de nuestras hijas con nosotras, hemos pintado sobre troncos y piedras, hemos bailado, recitado y cantado hasta las lágrimas, le hemos tejido ropa a nuestros bebés y a nuestros árboles. Me han compartido la generosidad de sus abrazos, la alegría de las fiestas en los distintos idiomas que se cruzan en ese nudo geográfico, los asombros y las carcajadas al descubrir alguna originalidad brotada de la inocencia salvaje de las pequeñas divinidades que significan para ellas cada una de las criaturas que componen ese terreno humano, animal y vegetal que conforma la Ludo.
Soy testigo y aprendiza de cómo dirigen su trabajo para crear una red sutil que organice un espacio de cuidado, donde las criaturas puedan explorar sin la injerencia ni la ansiedad del mundo adulto, facilitando un ambiente seguro y libre donde las protagonistas de su propio crecimiento sean las niñas y los niños y no los miedos de las personas grandes. En varias ocasiones, frente a diferentes retos que aportaba el intercambio humano, pude comprobar cómo ellas se organizan con ternura para resolver los conflictos, porque son expertas en trabajar desde una arquitectura del amor. Por eso estoy convencida de que cualquier modificación que se quiera hacer del espacio de la Ludo debe contar con esta rica experiencia.
Cuando voy a su encuentro, entro a esa rueda que tiene la fuerza para espantar los miedos más grandes, incluso los que parecen no tener solución, te sirven un té, te convidan un mate, te pasan un abrigo o un abanico, te muestran una hoja nueva, te hablan de otra mamá que pasó por ahí y te ayudan a encontrarle la vuelta, a demostrar que todas somos capaces de jugar con lo que la vida nos propone.
A veces, me ha pasado de no creer que podía llevar bien mi maternidad, me angustiaba no poder congeniarla con mi trabajo y mis necesidades creativas. Cualquier detalle servía para ponerme en duda, para juzgarme, pero ellas sí confiaban en mí, me tenían paciencia, acostumbradas como están a criar con ese tesoro tan escaso en el mundo competitivo que ruge más allá de los parques; y el ser acompañada en mis tiempos me fue ayudando a confiar en mí también, sobre todo a confiar que elegir con libertad es la manera de contar con más opciones, al menos las necesarias para encontrar la que se ajusta mejor al Tetris de cada situación
Hubo muchos momentos y estoy segura de que los seguirán habiendo, estamos abrazadas para que ese espacio pueda seguir gestándolos. De entre todos esos momentos recuerdo la ayuda enorme que nos dieron cuando nos robaron una bicicleta con carro holandesa que mi pareja utilizaba para trabajar, ellas hicieron una colecta transocéanica para reponerla, avisando a todas las mamás, papas y amistades que compartían con nostras las mañanas y que en ese agosto estaban de vacaciones. Lo consiguieron hacer en un solo día, fue la primera vez que vi que un propósito colectivo se pudiera resolver con tanta agilidad, contra toda la morosidad y pesadez que imponía el verano.
Por eso sé que ellas son capaces de hacer que la Ludo funcione. Están entrenadas en sostener ese ecosistema frente a las mayores tempestades. Allí he vivido lluvias, tormentas, goteras, rayos, plagas y techos abiertos, ellas pueden hacer que el cielo brille a pesar de todo eso y que le encontremos el gusto a respirar libres en la intemperie. 

Natalia Renzi




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